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Noticia SEGG

GERONTOLOGÍA: UNA VISIÓN INTERNACIONAL

Tres expertos extranjeros han aportado su opinión en el I Congreso virtual de la SEGG.

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Marie Beaulieu: “lo más difícil fue que las personas mayores no fueron escuchadas”

Doctora en Gerontología, profesora en la facultad de Trabajo Social en la Universidad de Sherbrooke, e investigadora principal en el “Centro de Investigación del Envejecimiento”, Marie Beaulieu ha hablado sobre “El maltrato a personas mayores en tiempo de la Covid-19: Enseñanzas de la primera ola”.

Beaulieu ha hablado sobre las medidas para luchar contra el maltrato a los mayores en Quebec presentando un plan de acción lanzado en 2010 por el que se crearon  cuatro estructuras medibles: la Cátedra de Investigación de malos tratos de personas mayores; campañas publicitarias de concienciación, donde se mostraban diferentes visiones  e, incluso, violencia hacia los mayores; un grupo de profesionales para coordinar a todos los profesionales relacionados con casos de malos tratos a personas mayores llamados Coordinadores Regionales; y un servicio de Teleasistencia para los 365 días del año, abierto de 8 de la mañana a 8 de la tarde y con un contestador por la noche.

En 2017 el Gobierno sacó adelante un segundo plan de acción por cinco años con un enfoque de cuidado basado en el buen trato, y, además, se centró en el maltrato material y económico.

“Pero uno de los aspectos más importantes del nuevo plan de acción de 2017, fue la creación de una ley que obliga a denunciar los malos tratos hacia las personas mayores y adultos vulnerables, afectando, también, a todos los centros de mayores y residencias y personas tuteladas que han sido declaradas como incapacitadas. Me gustaría recalcar que en Quebec estamos trabajando realmente en un enfoque intersectorial y de continuidad de los servicios. Por ello, se debe trabajar con las instituciones y con el Servicio Público de Salud, pero también con las entidades de guarda (entidades tutelares), con asociaciones no lucrativas, etc.”

Durante la primera ola de la pandemia, a pesar de tener un fuerte plan de acción, hemos detectado muchos efectos que han terminado afectando a los adultos mayores.  El 97% de las muertes han sido de personas mayores de 60 años, la mayoría en residencias y viviendas grupales; ha habido mucho personal enfermo y otros con miedo que no iba a trabajar, no hubo suficiente personal. También faltó material y control de la infección en las distintas zonas, la de las personas con Covid y las que no, a lo que llamamos “zonas rojas o contaminadas y zonas limpias”.

Fue importante que el primer ministro reconociera lo que llamó “negligencia  institucional”,  por la  forma en la que se manejó la pandemia. Es muy importante que esto fuera reconocido por el Primer Ministro.

“Tuve el placer de dirigir una encuesta entre junio y julio para la Red Internacional de prevención de maltrato y abusos de personas mayores (INPEA) con miembros de 16 países, y tenían en común varias preocupaciones: No se recopilaron los datos de las muertes de las personas mayores adecuadamente, siendo éstas invisibles en esta situación; existía una gran deficiencia de datos públicos desagregados por género y edad; hubo un acceso muy limitado a servicios sanitarios no Covid-19, por ejemplo, personas que tenían diálisis pendientes o necesitaban tratamientos contra el cáncer; y, además, hubo una clara falta de provisión de servicios a aquellos mayores que vivían en sus viviendas: no tuvieron ayuda para realizar la compra, tareas del hogar, pagar facturas, etc.”

Respecto a la violación de derechos, los miembros de la INPEA también alertaron de varias preocupaciones con respecto a los centros residenciales: la pandemia puso de manifiesto un gran edadismo; fueron negados diversos derechos a la seguridad y a la dignidad (entre otros); las limitaciones de contactos sociales, posiblemente, hayan tenido más impacto entre las personas mayores que en grupos más jóvenes; fue muy difícil para las personas cuando se les negó la posibilidad de recibir visitas de familiares; muchas familias se quejaron de la falta de información facilitada por los centros, que les impedían ponerse en contacto con sus familiares, o saber cómo se encontraban. Y en los peores casos, las personas mayores fallecieron sin sus seres queridos cerca; no hubo distinciones entre zonas “Covid” y zonas “no Covid” (zonas calientes y frías); hubo falta de personal; y faltaron directrices sobre salud física y mental.

Marie Beaulieu considera que se ha aprendido mucho de esta situación vivida como que no debemos fijarnos únicamente en la violencia sobre personas mayores, sino, también, en las negligencias que se tiene con ellos como la que se da en los cuidados, en el apoyo, en la falta de comunicación y en el hecho de que los aislamos sin apenas posibilidades de decisión en la manera en que fueron impuestas.

“Lo más difícil, desde mi punto de vista, fue que sus voces no fueron escuchadas, fueron invisibilizadas. Sobre todo, la de aquellos mayores que vivían en casas grupales o en su propia vivienda, que sintieron que los tratamos como si fueran niños incapaces de tomar decisiones. Por tanto, hubo mucho cuestionamiento sobre el equilibrio entre la necesidad de tomar fuertes medidas en un contexto muy difícil y los derechos de los mayores y sus familias.”

“Una de las lecciones que hemos aprendido de cara a la segunda ola, es que debemos asegurar formas para mantener la comunicación entre familias y las personas mayores, y entre familias y los centros. 

Otra lección aprendida en Quebec es que “estábamos muy bien preparados en hospitales (en parte gracias a ser conscientes de lo que sucedía en Italia y España), pero no lo estábamos del todo en los centros residenciales y de cuidados para personas mayores.”

Lo importante no es solo identificar el maltrato, sino promover el buen trato. La combinación para atajar este problema debe articular también propuestas positivas a la hora de trabajar con y para personas mayores.

En el coloquio, a preguntas del público, habló sobre una figura de “coordinadores regionales que tiene la responsabilidad de trabajar con las agencias en los lugares donde hay abusos, activando una respuesta coordinada porque creemos que la policía no puede encargase en solitario de esta labor. Creemos que tenemos que trabajar conjuntamente, mientras esa figura nos conduce y organiza, cómo el director de una orquesta.

También puso un ejemplo de caso resuelto con éxito que se considera el resultado de una forma de trabajo intersectorial. “Es un caso de una persona con problemas de oído , de escucha. Recientemente su esposa había fallecido, entonces había conocido a una mujer más joven con la que entabló amistad. Poco a poco la mujer se iba haciendo cargo de su dinero y metiendo su mano en la fortuna, hasta el punto que ella decidió comprarse un coche con el dinero de él. Fue entonces cuando se activó el plan de prevención. En primer lugar, el enfoque intersectorial demandó una agencia sin ánimo de lucro especializada en abuso a personas mayores, la cual, a través de un abogado, recolectó toda la documentación con respecto a la herencia y el patrimonio de esa persona. Después, se trabajó con la policía y descubrimos que esa misma mujer había hecho lo mismo con anterioridad en otros estados. Un trabajador social evaluó la situación de este hombre y se le propuso el traslado a otra residencia con mejores servicios de detección de esta problemática. En este ejemplo podemos ver como todo el mundo se coordina y trabaja conjunta y eficazmente.”

www.maltraitancedesaines.com

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Francisco Javier Mesa Ríos: “Esta pandemia puede ser una revolución en nuestra forma de ser”

La ponencia del Dr Mesa, especialista en Salud Mental en México, llevaba por título “Contexto Humano tras la pandemia. Complejidad y Efectos en la Salud Mental, en las Relaciones y en La Convivencia Social” y de su contenido él destaca que “una de las observaciones que a lo largo de estos meses de COVID he podido percibir, ha sido que nuestra manera de actuar, de dialogar y de comunicar, se han modificado a raíz de la pandemia. Se han dado una serie de cambios de origen sanitario, pero, poco a poco, han ido permeando en nuestros hábitos de vida por ser un fenómeno complejo, incierto, ambiguo y volátil.”

Según Francisco Javier Mesa, “estos cambios están provocando consecuencias en nuestra salud mental, que se manifiestan en suicidios, tasas de depresión, trastornos de ansiedad, presentación de enfermedades psiquiátricas… Pero, además, provocará cambios en nuestra forma de ser, de vincularnos, de acercarnos a los demás, haciendo una revolución total en la humanidad.”

Sobre si estos efectos y consecuencias se van a prolongar con el tiempo, asegura que “cuanto menos en el área de la salud mental, estamos observando cómo la evolución de estas enfermedades ha crecido de manera exponencial. Las podremos ir observando a lo largo de los próximos años o décadas. Existen una serie de mediciones actualmente que nos permiten entender que estos fenómenos van para largo, incluso se ha mencionado que, en términos de salud mental, estamos previendo una siguiente pandemia.

Espero también consecuencias benéficas como más atención a la salud mental, considerarla sumamente necesaria e imprescindible y que todo lo benéfico que traiga esta situación se puedan prolongar durante los años. “

El Dr Mesa ha analizado la lucha contra el coronavirus en distintos países y encuentra que en el aspecto biológico no es igual en todos los países porque todos buscan los mismos objetivos como disminuir el número de contagios o encontrar un tratamiento eficaz pero cada uno lo hace de acuerdo con sus posibilidades y sobre todo, de apertura de espacios académicos y científicos para poder construir conocimiento colectivo.

“Hemos podido percibir cómo se han roto las fronteras académicas.” “Haría falta una reflexión desde las diferentes disciplinas para ver si estamos haciendo las cosas de manera semejante en todos los países; se deberían tener los mismos accesos a los recursos en todos los lugares para tener un estado de igualdad.

Como especialista en salud mental y para evitar la propagación del COVID, recomienda mantener las medidas de higiene, el distanciamiento físico, el confinamiento en casos necesarios, pero, sobre todo, “la conciencia individual-mundial de que estamos en una situación de riesgo, todos tenemos que tener la responsabilidad de cuidar los unos de los otros. Tendría que ser un acto de compromiso, respetar todas esas medidas, cierres de fronteras en algunos casos, pero apertura de posibilidades en otros.”

“Si realmente queremos evitar la siguiente pandemia, que se llama “Enfermedad Mental”, vamos por el camino correcto, siempre y cuando lo que estemos haciendo sea comunicar oportunamente, informar a la población acerca de los grandes riesgos y brindarles buenas oportunidades de ser atendidos por igual, de mantener condiciones de igualdad para todos, de accesos a viviendas, a la alimentación, a los recursos educativos…Si no tenemos esas posibilidades de acceso para todos, no estamos haciendo lo necesario para tener una buena salud mental.”

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Claire Surr: “los hospitales no son buenos lugares para los residentes con demencia”

Claire Surr, profesora en el centro de investigación en Demencia, en la Universidad de Leeds Beckett, Reino Unido, ha reflexionado sobre el impacto del CoVID en personas mayores residentes con demencia, especialmente, en lo que concierne a su calidad de vida.

Los residentes con demencia son, en su opinión, probablemente, el grupo más afectado por las restricciones impuestas a raíz de la CoVID, ya que la demencia hace a las personas muy sensibles a los cambios de rutina, y en muchos casos, les resulta imposible comprender las medidas como la distancia social o el aislamiento lo que les crea mucha ansiedad (por ejemplo: tener que estar en sus habitaciones y no poder acercarse a otras personas). Además de las restricciones de las visitas de sus familiares, el uso de mascarillas y Epis por parte de los cuidadores que puede generar confusión y miedo.

Surr ha analizado el contexto del modelo de Atención Centrada en la Persona de Kitwood, desde el punto de vista de las 5 necesidades desarrolladas (todas relacionadas de algún modo con el amor). El confort (tanto emocional como psicológico): en las personas con demencia es especialmente importante el contacto y cercanía de personas (coger la mano, un abrazo, …) y causa mucho estrés para ellos la imposibilidad de esa cercanía, incluso para el personal porque no pueden luchar contra la clase de cercanía que querrían tener las personas. En segundo lugar, el sentido de identidad (saber quién soy yo y quiénes son los otros) y los vínculos de apego, vitales para las personas con demencia, difícilmente cubiertos, debido a las restricciones de visitas y al aislamiento en las habitaciones. Las necesidades de inclusión (formar parte de un grupo) y de apego (el vínculo con otras personas, sentirse querido,) se han visto muy afectadas, debido a que los residentes pueden sentirse excluidos al estar más aislados, por las medidas de distancia social. Y, en quinto lugar, la necesidad de ocupación, de realizar tareas o actividades se ha visto muy afectada por las medidas preventivas, también por disponer las residencias de menos recursos para llevar a cabo actividades.

 

“Ha quedado bastante claro que el confinamiento en las habitaciones y el aislamiento social y familiar, afecta negativamente a las personas con demencia. Ya disponemos de evidencias que muestran una mayor prevalencia de estrés y otros síntomas psicológicos asociados con la demencia, como ansiedad, agitación o depresión, además de un aceleramiento del declive físico y cognitivo. Además, el mayor uso de antipsicóticos y otros métodos restrictivos, tiene diferentes efectos secundarios negativos. A pesar de la evidencia y tendencia internacional a disminuir la medicación antipsicótica en las personas con demencia por sus efectos negativos, ésta ha sido empleada para gestionar la situación y mantener a las personas en sus habitaciones.

Por otra parte, las relaciones sociales se han visto muy afectadas y esto hay que relacionarlo con la esperanza de vida de la persona. “Si en UK, la esperanza de vida media de un residente con demencia es de 2 años a 30 meses, podemos imaginar el tremendo impacto que suponen 6 meses de confinamiento, sobre todo teniendo en cuenta que no sabemos cuándo podrá terminar esto. “

Se ha preguntado ¿qué pasa con aquellas personas residentes con demencia, para los que, incluso intentos innovadores no terminan de funcionar? En muchos casos, el tacto y la cercanía física son un requisito indispensable para poder comunicarse con los seres queridos y no puede lograrse con innovaciones. Por ejemplo, para algunas personas, las videollamadas pueden ser muy estresantes porque no comprenden por qué no pueden tocar a sus familiares a los que están viendo. 

La situación de estas personas en esta pandemia tiene una vertiente relacionada con los derechos humanos y “el problema se vuelve complejo, porque se confrontan varios derechos. Por una parte, el derecho a la vida y a tenerla protegida en caso de riesgo, y, por otra parte, los derechos a la libertad personal, la vida familiar y a la protección frente a la discriminación, ya que las personas en residencias no tienen las mismas libertades o capacidades ni posibilidades para la toma de decisiones que el resto de personas. No creo que haya respuestas fáciles.”

En cuanto al futuro, lo que hay que hacer urgentemente, es encontrar soluciones que permitan apertura a las visitas, manteniendo el control de la enfermedad. Para ello es necesario proveer de suficientes recursos a las residencias, suficientes tests, y también material de protección. “Tenemos muchos centros residenciales con las mismas normas pero que no se interpretan de la misma manera. Necesitamos desarrollar guías basadas en la evidencia que permitan saber qué prácticas funcionan y son seguras para aplicarlas consistentemente en los centros. No puede haber tanta diferencia entre residencias dentro del mismo país, incluso próximas entre sí, en relación a cómo aplican las normas o en el modo de organizar las visitas. 

Claire Surr respondió a algunas preguntas de los asistentes en relación con la conveniencia de medicalizar las residencias diciendo que “los hospitales no son buenos sitios para las personas con demencia. Debemos reforzar el cuidado de la salud en las residencias, poner más medios para controlar la pandemia dentro de las residencias, cómo hacer más tests, pero sin que esto implique acercarse a un modelo hospitalario, el cual no es compatible con el modelo de atención a la persona.”

Sobre qué iniciativas se están tomando en Reino Unido para evitar el sufrimiento de personas con demencia, asegura que “no estamos nada contentos con la situación. En Reino Unido se ha establecido un nuevo sistema dividido en niveles. La mitad de las regiones del país se encuentran actualmente en los dos niveles más elevados de este sistema, lo que implica que las residencias no admiten visitas. No se ha hecho lo suficiente, varios reportes sobre la situación de las residencias en el Reino Unido han señalado una alarmante falta de materiales, cómo las EPIs o la insuficiencia a la hora de realizar test.”

https://www.facebook.com/Johns-Campaign-1561603624080402/

 
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